La envidia frecuente en la humanidad

La envidia es una emoción experimentada por aquel que desea intensamente algo poseído por otr@. La base de la envidia es el afán de poseer y no el deseo de privar de algo al otro, aunque si el objeto en cuestión es el único disponible la privación del otro es una consecuencia necesaria. La envidia es una sensación desagradable que ocasiona conductas desagradables para los demás. Tradicionalmente ha sido considerada uno de los siete pecados capitales.
La envidia ha sido frecuentemente tema literario y ha inspirado mitos como el de Caín y Abel que aparece en el Génesis de la Biblia. Este mito, en realidad, ejemplifica la rivalidad y conflictos históricos entre los sistemas de vida nómadas y sedentarios de pastores y agricultores que se han desarrollado siempre a lo largo de la historia, también entre los pueblos semíticos. El escritor de la generación del 98, Miguel de Unamuno afirmaba que era el rasgo de carácter más propio de los españoles y escribió para ejemplificarlo su novela Abel Sánchez, en que el verdadero protagonista, que significativamente no da título a la obra, ansioso de hacer el bien por la humanidad, sólo recibe desprecio y falta de afecto por ello, mientras que el falso protagonista, que sí da título a la obra, recibe todo tipo de recompensas y afecto por lo que no ha hecho, ya que es el tipo de persona que cae bien a todo el mundo porque no vale para nada y puede ser despreciado en secreto y no nos hace sentir mal a causa de nuestra inferioridad.
Decía el escritor argentino Jorge Luis Borges que..."El tema de la envidia es muy español. Los españoles siempre están pensando en la envidia. Para decir que algo es bueno dicen: "Es envidiable". Y la verdad es que no es sólo un mal español. Es un tema tan antiguo como el hombre. Decía, por ejemplo Epicteto de Frigia , un filósofo latino, hace ya muchos cientos de años que "la envidia es el adversario de los afortunados".
Pero... ¿Que es la envidia? 
Es, sin duda, uno de los problemas emocionales más frecuentes, la envidia suele definirse como la tristeza por el bien ajeno; un sentimiento desagradable que se produce al percibir en otro algo que se desea y que dificulta el desarrollo del que lo sufre y sus relaciones con los demás.
Se mezclan emociones de naturaleza contradictoria, como por ejemplo, el deseo de tener lo que otro tiene, la admiración por lo que otro ha conseguido, el dolor por no tenerlo, la indignación por considerar injusta la diferencia que se observa o la incertidumbre por no entender a qué se deben las diferencias que producen la envidia.
La envidia se produce como consecuencia de dos tendencias que llevan al individuo a desear lo que no tiene y a compararse con los demás.
La naturaleza destructiva de la envidia, que permite diferenciarla de la envidia sana, se refleja en que la primera origina malestar emocional; sentimiento que en lugar de ayudarle a conseguir lo que envidia, se lo dificulta.
El envidioso es incapaz de ponerse en el lugar del envidiado, para poder comprender su situación, o de sentir empatía hacia él. ¿Qué significa sentir empatía hacia alguien? Significa sentir lo que siente el otro. Y es la base de la comprensión y de la solidaridad.
La envidia origina una serie de reacciones negativas que pueden hacer que el envidioso se aísle de los demás o tenga serias dificultades para relacionarse adecuadamente con ellos.
La envidia se produce casi siempre hacia personas muy cercanas (familiares, amigos, vecinos y frecuentemente entre compañeros de trabajo y/o profesión).
Entre los valores más envidiados suelen encontrarse el prestigio, el reconocimiento, el estatus ocupacional, el dinero, el poder o los símbolos y las posesiones materiales.
Para que en lugar de producirse envidia surja admiración, es necesario que las cualidades que se observan en el otro no representen una amenaza para la propia valoración.
En los ambientes en los que existe una fuerte tendencia a evaluar el rendimiento de forma individualista y competitiva hay más riesgo de suscitar envidia.
Cuando estamos enfermos envidiamos a los que rebosan salud, cuando nuestra pareja hace aguas nos fijamos en las que funcionan como el primer día y cuando padecemos problemas económicos envidiamos los que nadan en la abundancia. Y cuando envejecemos a los jóvenes y cuando estamos tristes a los que llevan la sonrisa...todas estas reacciones son fruto de la envidia.
Tenemos tendencia a valorar en los demás aquello que a nosotros nos falta, pero casi nunca nos ponemos a pensar en todo lo que tenemos.
Ser realistas y confeccionar mentalmente un cuadro-diagnóstico certero de nuestra situación puede ayudarnos a no convertirnos en víctimas del catatrofismo o de la euforia. El bienestar emocional consiste en el equilibrio al que conduce conocer y asumir con serenidad y buen humor lo que somos (y tenemos) y lo que aspiramos a ser (y tener). La envidia más perniciosa es la que sentimos del hermano, del amigo, del compañero de estudios o de trabajo, y del vecino de al lado. Y ello porque sabemos que quien tenemos cerca no es forzosamente más listo ni mejor profesional que nosotros, simplemente ha aprovechado mejor sus oportunidades. No se trata de ser conformistas y abandonar cualquier planteamiento ambicioso -un grado de ambición siempre es aconsejable para superarse a si mismo-, sino de ser consecuentes y elaborar una valoración global sobre lo que somos y lo que aspiramos a ser. Y todo ello no se debe hacer sobre la base de comparaciones con los demás, sino partiendo de nuestras propias percepciones, sentimientos y perspectivas de futuro.
Lo peor de la envidia es que se acompaña de una frustrante impresión de que la vida pasa sin vivirla, inmersa en la monotonía o en un devenir insatisfactorio carente de retos atractivos. Vemos a otras personas felices y ello acentúa la negativa percepción de nuestra vida y de nosotros mismos. Esa es la base de la envidia en las personas que no se sienten así. Es frecuente que esta disposición de ánimo nos conduzca a evitar los contactos sociales, nos acerque al fracaso y produzca esa inseguridad tan característica de la persona envidiosa que disfrazamos de apatía, conformismo y negatividad. La inteligencia emocional es en este caso imprescindible para acertar en el diagnóstico de nuestra situación en la vida y para dar con el paquete de medidas que nos ayude a superar el estadio de la envidia y a articular las estrategias que nos acerquen a las metas previstas. Mirar al exterior y compararnos con quienes admiramos o envidiamos puede ser un buen estímulo ("¿por qué yo no puedo hacerlo?") siempre que lo hagamos positivamente (no con un espíritu de simple emulación y constructivo) extrayendo del éxito ajeno conclusiones adaptables a nuestra manera de ser, nuestras capacidades y nuestras circunstancias personales.
El discurso del envidioso es repetitivo, monocorde y compulsivo respecto de lo que envidia y de con quién compite. Pendiente de lo que tienen los demás, evita reconocer lo que tiene y nada o poco hace para sacarle partido. Su vida no gira sobre su realidad, sino sobre lo que desea conseguir y, en definitiva, sobre lo que echa en falta. La insatisfacción, la frustración y la rabia, le dominan y hacen que su vida le resulte poco grata.
De modo que en esta competencia abierta, en la que uno ambiciona ser y tener lo que es y tiene el otro, es casi natural que el envidioso busque por todos los medios la caída de su rival, impulsado por esa creencia innata de que nadie es tan capaz y perfecto como uno mismo.
En la envidia todo vale: la ley de la selva y el sálvese quien pueda. Los envidiosos, para procurar la caída de su rival: difaman, insultan, acusan y, lo que es peor, cuando ya no les queda más argumentos para hablar en contra, transforman la mentira en verdad y la verdad la convierten en basura, pues los envidiosos suelen ser como las serpientes venenosas y las navajas de doble filo.
Sacamos una serie de extractos de un libro de Mercedes Salisach ("La dimensión intermedia") que estereotipa a los envidiosos:
"La cuestión es desprestigiarme, convencerse a sí mismo (...) que la razón está de su parte. Ni siquiera toma en consideración el daño que la mentira (...) está causando a (su) autoestima (...).
Pero (...) las heridas (...) le traen al fresco. Lo único que le importa, de verdad, es desprestigiarme, cambiar la imagen siempre positiva que (los otros) han mantenido sobre mi forma de ser.
Es el único modo capacitado para ventilar (...) esos rencores secretos que de vez en cuando le atosigan.
Por eso (...) no cesa de airear falsedades que machacan mi imagen. Incluso procura ridiculizarme. (...) Y escupe su embuste como podía escupir una flema.(...).
Y cuánto más me difaman , más se agudiza la sensación de que mi modo de actuar lejos de haber servido para favorecer (...) sólo ha sido una trampa inmunda para conseguir apoderarme de todo lo que le pertenecía.(...).
Así fue creándose entre ellos el ambiente que me ha ido convirtiendo (falsamente) en un (ser) arrogante, despreciable y cargado de vanidad; mientras (ellos) se arrogaba(n) el victimismo de mis supuestos egoísmos.
A veces los celos son capaces de inmunizar los sentimientos más arraigados, y por supuesto convertir los posibles remordimientos en vindicaciones. Por eso ya no se siente culpable, al contrario.(...).
Y comprendo claramente hasta que punto el odio acumulado, cuando se ve acosado por el rencor y la impotencia, puede falsear el cariño y ser capaz de generar ENVIDIA.
¿Y hasta que punto la envidia puede admitir el odio como un hecho normal?. ¿Tiene efectos secundarios la envidia?
La envidia aguda puede crear ansiedad, trastornos del apetito y del sueño y diversas alteraciones. Incide también en la actitud hacia la vida, moldeando unas formas de estar en relación con los otros que van desde convertirse en eterna víctima hasta la adopción de una postura defensiva que se traduce en modos irónicos, altaneros, fríos y distantes e incluso de menosprecio hacia los demás. Los afectados colocan al objeto de sus envidias en una posición de superioridad, a una distancia inalcanzable y sufren impotencia, desánimo y complejo de inferioridad, junto con sentimientos de rabia e ira, que le mantendrán dependiente de la persona con quien compiten. En ocasiones, la envidia no se manifiesta hacia personas de nuestro entorno ni siquiera hacia individuos concretos que conocemos por los medios de comunicación, sino hacia estereotipos creados por la publicidad, la moda, el cine, las series de TV... La estima social que merecen estos héroes de la ficción provoca la envidia de quienes no sienten poco valorados, que pierden su capacidad de análisis y de darse cuenta de que no envidian las virtudes o capacidades de ese modelo de persona sino el reconocimiento social y los honores que reciben.
Conocernos bien, potenciar y trabajar nuestras cualidades y ser conscientes de nuestras limitaciones es el mejor inicio para progresar. Una actuación exclusivamente competitiva genera una dependencia unidireccional hacia la persona envidiada. Se critica a la persona envidiada, pero se necesita..., es una dependencia perniciosa. El envidioso se guarda muy bien, incluso en su fuero interno, de reconocer que padece envidia. Pocas cosas hieren y descalifican más que decirle a alguien: "Tú lo que tienes es envidia". pero, ¿por qué niega siempre el envidioso su envidia?. Porque denota un sentimiento de inferioridad que no admite, porque se siente incapaz de reconocer unas limitaciones que interpreta como signos de debilidad, porque no puede aceptar que su infelicidad no se debe a todo aquello de lo que carece sino a que no sabe valorar lo que tiene, y porque, pendiente de la vida de los demás no deja un resquicio para asumir la suya propia, con la que no quiere comprometerse por no asumir sus responsabilidades. Pero no criminalicemos al envidioso "pata negra". En el fondo, casi todos sentimos envidia de algo o alguien en algún momento de nuestra vida. Es esa especie de sufrimiento (normalmente, secreto) que nos produce el éxito ajeno. Debemos aceptar la envidia como un sentimiento humano más, que sólo nos ha de preocupar cuando deriva en patología y perjudica nuestro equilibrio emocional. Pero esto último no es justificación para que no veamos en nosotros mismos los efectos perniciosos de la envidia. Reconozcamosla y comencemos a cambiarla. En casos extremos de sufrimiento, de celos patológicos, conviene acudir a un psicólogo.
Combatir la envidia leve
Lo mejor para hacer frente a la envidia es no vivir pendientes de lo que no tenemos. Practiquemos la contemplación en su sentido más profundo, el deleite por lo que se tiene, el redescubrimiento gozoso de lo que nos rodea: las personas que queremos, la fauna y la flora, los paisajes, los pequeños objetos entrañables o los que nos hacen más cómoda la vida, los pequeños logros que conseguimos en la vida.... También podemos convencernos de que, normalmente, nada perdemos cuando a otros les van magníficamente las cosas. O darnos cuenta de que compararse con los demás casi siempre resulta estéril. Nuestro mejor punto de referencia somos nosotros mismos. Establezcamos metas en función de nuestras posibilidades, no de lo que otros han conseguido. Podemos considerar que hemos superado la envidia cuando nos alegramos del éxito o la buena suerte de los demás, incluso de los que han sido anteriormente objeto de nuestra envidia.
Decálogo para prevenir la envidia:
  1. Estimular la empatía, la capacidad de ponernos en lugar del otro.
  2. Favorecer la confianza en uno mismo y en los demás, desarrollando expectativas y modelos positivos sobre las relaciones sociales.
  3. Establecer en la infancia relaciones correctas y equilibradas con los demás niños .
  4. Relativizar las diferencias sociales y adquirir habilidades para elegir adecuadamente con quién, cómo y cuándo compararse.
  5. Valorar correctamente nuestra capacidad, sin infravalorarnos ni sobrevalorarnos (a veces esto es también un problema psicológico si persiste en el tiempo) .
  6. Colaborar (tanto dar a los demás como solicitar ayuda), es un buen medio para dotarnos de la pericia que requiere resolver los conflictos que causan envidia.
  7. Acostumbrarse a centrar la atención en los aspectos más positivos de la realidad, no siempre en los negativos.
  8. Relativizar el éxito propio, no magnificarlo. Y, si es posible, tomarlo incluso un poco en broma.
  9. Interpretar nuestro progreso personal mediante la comparación con nuestras competencias y habilidades, no con las de otros.
  10. Mejorar la relación con los demás, siguiendo las siguientes pautas:
  • Aprender a colaborar, a dar y pedir ayuda, es un medio eficaz de adquirir habilidades para resolver los conflictos que suelen originar envidia.
  • La conducta de ayuda tiene consecuencias psicológicas muy positivas para la persona que la emite, y puede contribuir a prevenir la envidia.
  • Podemos aprender a plantearnos objetivos realistas de aprendizaje, a poner en marcha acciones adecuadas para alcanzarlos, y a esforzarnos por superar los obstáculos que encontremos, para, así, obtener el éxito y reconocimiento que necesitamos.
  • Una de las mejores protecciones contra la envidia es el optimismo aprendido, acostumbrarse a centrar la atención en los aspectos más positivos de la realidad, pero sin dejar de percibirla con precisión.
  • Una experiencia continua y absoluta de éxito también puede ser perjudicial, pues priva al individuo de defensas con las que poder afrontar el primer fracaso cuando éste se produzca. Para prevenir la envidia y favorecer la capacidad de adaptación a dichas situaciones hay que enseñar a relativizar también el éxito.
  • Para prevenir la envidia es preciso enseñar dos importantes habilidades: la comparación con uno mismo, que permite adquirir el sentido de progreso personal; y la comparación con múltiples grupos de referencia, pero especialmente con aquellos de rendimiento similar al propio, con los que es posible obtener cualquier resultado.
Texto extraído de (Psicología: Ayuda a las personas) que dedico a todos los que me envidian y que en las Artes Marciales tanto abundan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Respetar a todos y a las personas que no practican tu estilo y/o pertenecen o no a otra federación, es fundamental.
No se hace distinción de estilos, federaciones, organizaciones y asociaciones.
Nadie es tan perfecto para criticar a los demás.
David Vallejo (Budokan Sevilla Dojo) www.budokansevilla.com