Haritz López de Lacalle aspira a conseguir el campeonato de España de K1

Haritz López de Lacalle aspira a conseguir el campeonato de España de K1 en los 66,8 kilos
Mañana, en Txurdinaga, afrontará el combate con el que podría lograr este título de kick-boxing


Lleva un Budha tatuado en el antebrazo. Para que le dé suerte. Pero la suerte es solo un complemento. Porque la esencia del triunfo se fundamenta en el trabajo. En el entusiasmo. En la pasión. Y todo eso, a Haritz López de Lacalle le sobra. Tiene 29 años. Es de Astrabudua. Eso que quede bien claro. Y lleva diez años tensando músculos, preparando mente, endureciendo cuerpo, y gastando ring en el mundo de los deportes de contacto. Mañana, después de una década de entrenamiento, afrontará el reto más importante de su trayectoria como luchador: el campeonato de España en K1 profesional de W.A.K.O. para el límite de los 66,8 kilos.

El de Astrabudua confiesa que afronta con nervios este combate que podría alzarle con el máximo título estatal de esta modalidad de kick-boxing que se caracteriza, entre otras cosas, porque permite el uso de las rodillas. La velada tendrá lugar en el polideportivo de Txurdinaga y comenzará a las 19.30 horas, aunque el combate en el que se batirá el cobre Haritz llegará ya avanzada la noche. “Esta es la pelea más importante. Además, estamos en casa y quiero hacer un buen trabajo”, asegura.

Lograr este título sería una guinda perfecta y merecida para una década repleta de títulos. Suma todo un rosario de victorias, tanto en amateur como en neo-profesional y en profesional. Entre otras cosas, el de Astrabudua ha sido varias veces campeón de Euskadi amateur, así como subcampeón de España y también campeón de España amateur. Ahora, después de todos estos años de curro en firme, por delante quedan cinco asaltos; cinco asaltos en los que se enfrentará a un rival que está a la altura, Marcelo González, de Ponferrada, campeón de España amateur de K1 los dos últimos años. “Va a ser una pelea complicada”, asegura Haritz.

Fue Eder Gómez, su amigo y uno de sus entrenadores, el que le inició en esta disciplina deportiva. “De pequeño era un liante y esto me ha ayudado a centrarme”, explica Haritz. “Del K1, del kick-boxing, me gusta todo. No lo cambiaría por ningún otro deporte”, subraya. Y dice la verdad. Se nota en su manera de decirlo. En su sonrisa franca. En el entusiasmo que transmite al explicar todo lo que este mundo supone para él. “Esto es mi vida”, afirma rotundo.

“Para mí es importante que este se sienta orgulloso de mí”, dice señalando a Eder, que le escucha en silencio. La pregunta para el entrenador es inevitable: ¿Y lo logra? Y la respuesta es la mejor imaginable: “Siempre”, dice Eder. “Pero no está bien que se lo diga, porque se viene arriba”, añade con una carcajada y la mirada puesta en su discípulo y amigo. Ambos son de Astrabudua. Conocen bien las calles del barrio y han compartido mucho a nivel vital y deportivo. Haritz abandera como nadie sus raíces bien asentadas en su Astrabu. “Astrabudua es donde he crecido. Es mi barrio”, dice con orgullo.


ENTRENAMIENTOS Y CURRO Haritz hace repaso de su día a día; jornadas largas en las que combina su labor deportiva y su trabajo. Es jardinero. Por la mañana toca entrenar, y por la tarde, al curro. Así que desde bien temprano sale a correr y acude a alguno de los tres gimnasios en los que entrena: en Astrabudua va al AKI, un club capitaneado por Eder Gómez y Germán Bellota; también al Mampogym, en Bilbao, donde acude a boxear para ejercitar los brazos; y a Kuraia, en Arrigorriaga.

Haritz se mira la muñeca. En ella, atravesando de lado a lado la base de su mano, allí donde late su pulso, luce un tatuaje que reza Anaitxuak. Es el mismo tatuaje que también llevan Kerman Lejarraga, Ibon Larrinaga y Jon Fernández, sus compañeros en esto de los deportes de contacto; pero, sobre todo, sus amigos, sus hermanos. “Ellos practican boxeo. Son con los que comparto mi vida, con los que convivo”, dice.

Ahora toca mirar a la velada de mañana. Haritz la afronta con un tremendo respeto hacia su rival, pero sin perder de vista el objetivo último: el triunfo. “Para ser un buen deportista siempre hay que querer ganar”, dice.

“Ahora lo importante es hacer un buen trabajo y obtener recompensa”, afirma. “Y disfrutar y pasarlo bien”, añade el entrenador con voz suave pero firme.

Ya solo quedan unas horas para la gran cita. Para la velada. Para esos cinco asaltos que le separan del ansiado cinturón. Haritz entrena concentrado, enchufado a la música que suena en sus auriculares y ataviado con la camiseta de su patrocinador, Kakarotz, una firma de material deportivo para deportes de contacto. “Es una gran ayuda que tengo”, asegura agradecido. Y extiende ese agradecimiento a su gente: a sus amigos, a su familia, a su chica, a sus entrenadores... Y sonríe. Porque mañana Txurdinaga será el escenario de los sueños.

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David Vallejo (Budokan Sevilla Dojo) www.budokansevilla.com