viernes, 1 de marzo de 2019

Las mujeres buscan en las artes marciales la respuesta al repunte de las violaciones: “Tenemos miedo”

De izquierda a derecha, las alumnas de kravmagá María del Mar Márquez, Estrella Díaz y Paula Rodríguez junto al instructor David Vallejo / Foto: Fernando Ruso

De kravmagá a boxeo, muchas ven en este tipo de prácticas deportivas la vía para adquirir herramientas de autodefensa. En España se denuncia una violación cada cinco horas. “El bádminton no va a librarme de un desgraciado que venga a hacerme algo”, argumenta Estrella.
Macarena tiene miedo a salir a la calle sola. No es algo nuevo ni injustificado. Trabaja en discotecas y no han sido pocas las veces que ha tenido que salir corriendo de tipos que la perseguían. Cuenta historias por decenas. Desde el día que tuvo que golpear en los testículos a un hombre que pretendía abordarla en el portal de su casa a ese otro en el que un acosador la esperaba a las puertas del pub en el que servía copas. “Tuve que pedir ayuda a los porteros, y desde entonces ellos nos acompañaban a los coches cuando cerrábamos”, recuerda esta joven sevillana del barrio de Rochelambert.
El suyo no es un caso aislado. Macarena cuenta como su madre sale a andar por el parque Amate, un espacio verde interurbano, con un palo de los que se usan para caminar. “Aunque ella no lo lleve con ese propósito, todos sabemos que la intención es otra”, comenta la sevillana refiriéndose a una posible respuesta ante cualquier ataque o situación comprometida.
El miedo de Macarena se ha traducido en el interés por aprender a boxear. Lleva desde el pasado mes de septiembre entrenando en el Club Boxeo Sevilla, uno de los referentes del pugilismo de la capital andaluza. Una tarde cualquiera se sube al ring a hacer manoplas con Doming, campeón de España en 1991 en semipesado, y empieza a soltar derechazos y ganchos. Golpea con furia a las manos de su contrincante. Hace esquivas y se mueve contundente pero grácil por el cuadrilátero.
“Sé que, en la calle, si viene alguien a hacerme daño —explica Macarena—, el primer puñetazo se lo lleva, y puede que hasta un segundo; y si le puedo romper la nariz, se la rompo”. “Quizás así se replantee lo de atacarme”, zanja.

“Me da miedo ir sola por la calle”

“Me apunté a boxear porque me da miedo ir sola por la calle”, confiesa. Sobre todo, después de casos como el de La Manada, sus vecinos del barrio. “Ellos son de Amate y yo de Rochelambert, los tengo muy cerca y me los he llegado a encontrar por la calle; sé que ahora no me harían nada, pero ellos han vivido cerca de mi casa y eso me genera intranquilidad”, reconoce la joven de 36 años y madre de un adolescente.


Paula Rodríguez entrenando una amenaza con cuchillo en Budokan Sevilla / Foto: Fernando Ruso
Aunque, por desgracia para Macarena, el caso de La Manada es solo un hecho más, y no llega ni de lejos a ser el que más le ha impactado. Por sus estudios —graduada en Anatomía Patológica—, hizo las prácticas en el Instituto Anatómico Forense de Sevilla y asistió como colaboradora en el levantamiento del cadáver de una joven violada en mayo de 2016 en el parque de María Luisa. También estuvo presente durante la autopsia.
“Estuve un mes con pesadillas, esa imagen la tengo grabada en la mente”, sostiene Macarena, que guarda secreto sobre el procedimiento aunque narra la brutalidad de la violación que ya se hicieron eco los medios en su día. “Tuve mucho miedo durante mucho tiempo”, insiste. “Las mujeres nos sentimos vulnerables”.
Según el último Balance de Criminalidad, con datos del tercer trimestre de 2018, publicado por el Ministerio del Interior, las agresiones sexuales con penetración aumentaron en un 23 por ciento respecto al año anterior. De enero a septiembre, las Fuerzas de Seguridad (Guardia Civil, Policía Nacional, Ertzaintza, Mossos d’Esquadra, Policía Foral de Navarra y cuerpos de Policía Local) registraron 1.305 violaciones. En total, si a estos datos se le suman el resto de delitos contra la libertad e indemnidad sexual, este tipo de denuncias ascienden a 10.445; un 16,4 por ciento más que en 2017, donde se registraron 8.972.
“Tenemos miedo, esa intranquilidad de volver sola a casa… es un poco chungo”, relata la joven. “A todas nos ha pasado eso de tener que correr por la calle o el sentir que alguien te sigue —explica Estrella—; o que tu madre te pida que vuelvas acompañada. Siento que no sé andar sola y me da mucho coraje, mucha rabia”.
Sabe de amigas que salen de fiesta con destornilladores en el bolsillo. Ella llegó a salir con una navaja suiza — “de esas que tienen un tenedor, algo de chiste”, bromea— que le regaló su padre. “Prefiero una denuncia por agresión a que me violen”, descerraja. Su padre se la dio y él se la quito. “Me dio un silbato, no sé, para pedir auxilio en una situación de peligro”, concreta. Lo lleva asido al llavero y nunca lo ha usado.

Del boxeo al kravmagá

Desde hace siete meses, Estrella tiene una herramienta más para defenderse en caso de agresión: el kravmagá, las técnicas de defensa personal usadas por las Fuerzas de Defensa y Seguridad israelíes. Las aprende en Budokan Sevilla, un centro especializado en artes marciales y de los primeros en España en incorporar estas disciplinas a sus servicios.
“A mis padres les oculté que hacía kravmagá, solo les dije que hacía algo de defensa personal”, confiesa Estrella, que llegaba recurrentemente con hematomas a casa después del entrenamiento. “Mejor tener 40 moratones en el entrenamiento que una paliza en la calle”, apunta.
En este tiempo de preparación, Estrella ha cambiado su forma física. Admite que su nivel no es alto, pero ha experimentado un cambio de actitud. “No tengo una certeza del 100%, pero si me vienen con un cuchillo, sé que tengo la iniciativa de poder defenderme sola. Eso da seguridad. Antes era imposible, si no conoces las técnicas, te quedas paralizado. Espero que nunca me pase, pero espero poder reaccionar”, narra la joven.
“Al menos, esto sirve para quitarme el miedo; además de hacer deporte, sé que esto es útil, porque el bádminton no te salva de un desgraciado que venga a por ti”, zanja Estrella.
Es lunes y Estrella entrena en Budokan Sevilla, un dojo situado en el barrio de la Macarena junto a las murallas que hace siglos protegieron a la ciudad. Allí practican reacciones ante atacantes, respuesta a estrangulamientos en el cuello o cómo repeler agresiones con cuchillo. Ya saben cómo utilizar su cuerpo para actuar ante un ataque en el cuerpo a cuerpo o cómo usar su físico para aprovechar la inercia del golpe del contrario en su propio beneficio.
En el dojo hay un porcentaje de mujeres muy inferior al de hombres, pero en los últimos años se ha incrementado notablemente la presencia de ellas. También el propósito por el que llegaban. Antes eran mujeres muy interesadas en aprender kravmagá para sus trabajos como policías, militares o guardias civiles; ahora buscan conseguir herramientas que les ayuden a repeler una agresión.
“El kravmagá funciona”, asegura David Vallejo, el maestro de Budokan Sevilla y uno de los primeros de España en aprender estas técnicas usadas por el Ejército israelí. “Es directo contundente y eficaz, fácil de aprender en los primeros niveles; muy funcional, rápido; vamos a por ello y vamos ya”, explica con vehemencia.

Paula desarma a su compañero durante una práctica en el ‘dojo’ / Foto: Fernando Ruso

Angelina Jolie o Jennifer López, la moda del kravmagá

Vallejo explica que el interés de las mujeres en este derivado de las artes marciales se debe a la popularidad que ha alcanzado el kravmagá gracias a personajes como Brad Pitt, Angelina Jolie o Jennifer López. “En 2012 empezó a verse el auge de mujeres pidiendo este tipo de formación”, explica el instructor, cinturón negro en karate, aikido y kickboxing y kravmaga, disciplina en la que forma parte del tribunal internacional que examina y otorga los diferentes grados de este arte marcial.
“El kravmagá es muy militar, contra y con armas de fuego, armas blancas; se trabaja mucho la parte física, el entrenamiento en situaciones hostiles, la calle…”, describe Vallejo. “Un codo, un rodillazo, un cabezazo son todas unas buenas herramientas de autodefensa”, sigue.
“Cuando eres consciente de tus capacidades y recursos, ves que ganas autoestima y sientes que puedes conseguir una respuesta natural a una agresión”, insiste el maestro. Por eso trabajan el instinto de las alumnas, para que sepan reaccionar sin pensar, que sea como un acto reflejo. “Llevamos la situación al máximo de realismo para que nadie se vea bloqueada o en un estado de shock —detalla Vallejo—; y cuando el cuerpo lo tiene asimilado, reaccionará como debe”.
Muchas de las mujeres presentes en el dojo reconocen que acuden al kravmagá como respuesta al temor a las agresiones, sobre todo después del crimen de Laura Luelmo o La Manada. “Se sienten desprotegidas, con miedo y muy amenazadas”, apunta el sensei que siempre recomienda una secuencia de respuesta: codo en la tráquea, rodilla en los genitales y arañazo en la cara.
María del Mar tiene 17 años, lleva tres semanas practicando kravmagá y ya ha aprendido que esa secuencia de movimientos le puede salvar de un aprieto. Sus propios padres le animaron a formarse en esta disciplina. “Los fines de semana hablo con ellos de los chicos que se nos han acercado la noche antes, de que se acercan en grupo y te ves asustada, y me insistieron para que probase con las artes marciales”, afirma esta joven estudiante de bachillerato de Ciencias de la Salud.
Quiere ser policía, “pero inspectora de homicidios”, y aprender kravmagá es un plus para su currículo. A sus amigas todavía le cuesta entender qué hace ella en un dojo aprendiendo algo de lo que la mayoría de ellas no ha oído hablar. Aunque todas coinciden que hay que hacer algo. “Lo de Laura Luelmo o la Manada, te incentiva, te pone alerta.Creo que todo está irascible. Salen cada día más casos, la sociedad está más alerta, en defensa”, apunta María del Mar. “Y no debería suceder”, concluye.

Artes marciales, “por si acaso”

“Por si acaso” es la frase que justifica la concienciación entre ellas de que hay que adquirir herramientas para saber reaccionar ante una posible situación comprometida. “Por si acaso” esgrime Tamara Muñoz, cofundadora de Entreenate, una comunidad de amantes del deporte al aire libre surgida hace cuatro años y medio.
En torno al 70 por ciento de los integrantes de este grupo, de unas cien personas que entrenan en los parques de Sevilla, son mujeres. Para ellas, y también para ellos, en las próximas semanas impartirán un taller sobre defensa personal. “Nuestros usuarios lo demandan”, explica Muñoz, una joven de 29 años licenciada en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte.
“Si sales sola, siempre está la sombra de que algo puede pasar”, justifica. “¿Quién no ha sentido acoso verbal? ¿Algún percance? Todas las mujeres hemos sufrido actos irrespetuosos por el hecho de ser mujeres y tener herramientas que puedan hacerte sentir más segura, independientemente de que las uses o no, ya es una ayuda ante cualquier situación de peligro”.
Las clases tendrán una parte teórica que abordará cuestiones cómo en qué situaciones hay que pedir ayuda o cómo prestarla a aquellas que lo necesiten; “de cómo ser precavida o cómo actuar”, resume. También una práctica, donde se enseñará a hacer neutralizaciones, a cómo abordar posibles ataques con armas que puedan ser lesivas o cómo afrontar un cuerpo a cuerpo. “Técnicas que no está mal tenerlas —zanja Tamara—, por si acaso”.
Pepe Barahona y Fernando Ruso

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David Vallejo (Budokan Sevilla Dojo) www.budokansevilla.com