El objetivo más difícil de lograr en la enseñanza del karate, es el de inculcar credibilidad en los aspectos morales del arte. La mayoría de los estudiantes están interesados en los resultados inmediatos de las técnicas de lucha, y se preocupan poco sobre la moralidad que es el fundamento que los sustenta.
Se plantea la pregunta, "Si se está consciente completamente de la violencia inherente en la naturaleza humana, no estamos generando asesinos? No estamos enseñando un arte que le permite a un ser humano destruir a otro?"
La respuesta debe ser, como siempre han respondido los grandes maestros okinawenses, "Sí, estamos conscientes de la violencia inherente en la naturaleza humana y que el arte incluye técnicas para matar con las manos vacías. Pero hay una moralidad involucrada, entretejida, en el entramado del karate, que controla la violencia y el uso del arte excepto bajo una condición -- la necesidad absoluta y peligro inminente."
La retórica es buena, pero la pregunta es académica. Cómo se logra enseñar técnicas de combate e inculcar moralidad al mismo tiempo?
El kata en su sentido tradicional, es un ritual religioso. El arte de karate no significa la habilidad de excelencia técnica, que se desarrolla a través del entrenamiento físico, sino en la habilidad de lograr una meta espiritual a través de la práctica de kata, de tal manera que el participe lucha consigo mismo y tiene éxito en conquistarse a si mismo.
La base del kata está en el concepto "Karate ni sente nashi", traducido literalmente, "en karate, uno no realiza el primer movimiento". Todo kata comienza con defensa y termina con defensa. El kata crea la convicción de que el verdadero karateka nunca golpea primero y nunca golpea con ira o enojo.
Durante la ocupación Satsuma de Okinawa, un Samurai japonés que le había prestado dinero a un pescador, hizo un viaje para recolectarlo a la provincia Itoman, donde vivía el pescador. No siéndole posible pagar, el pobre pescador huyo y trató de esconderse del Samurai, que era famoso por ser corto de genio. El Samurai fue a su hogar y al no encontrarlo ahí, lo busco por todo el pueblo. A medida que se daba cuenta que no lo encontraba se volvió furioso. Finalmente, al atardecer, lo encontró bajo un barranco que lo protegía de la vista. En su enojo, desenvainó su espada y dijo: "¿Qué tienes que decirme?", le gritó.
El pescador replicó, "Antes de que me mate, me gustaría decir algo. Humildemente le pido esa posibilidad." El Samurai dijo, "¡Ingrato! Te presto dinero cuando lo necesitas y te doy un año para pagarme y me retribuyes de esta manera. Habla antes de que cambie de parecer."
"Lo siento", dijo el pescador. " Lo que quería decir era esto. Acabo de comenzar el aprendizaje del arte de la mano vacía y la primera cosa que he aprendido es el precepto: "Si alzas tu mano, restringe tu temperamento; si tu temperamento se alza, restringe tu mano."
El Samurai quedó anonadado al escuchar esto de los labios de un simple pescador. Envainó su espada y dijo: "Bueno, tienes razón. Pero acuérdate de esto, volveré en un año a partir de hoy, y será mejor que tengas el dinero." Y se fue.
Había anochecido cuando el Samurai llegó a su casa y, como era costumbre, estaba a punto de anunciar su regreso, se vio sorprendido por un haz de luz que provenía de su casa, a través de la puerta entreabierta.
Afinó su ojo y pudo ver a su esposa tendida durmiendo y el contorno impreciso de alguien que dormía a su lado. Muy sorprendido y explotando de ira se dio cuenta de que era un ¡samurai!.
Sacó su espada y sigilosamente se acercó a la puerta. Levantó su espada preparándose para atacar a través de la puerta, cuando se acordó de las palabras del pescador: "Si tu mano se alza, restringe tu temperamento; si tu temperamento se alza restringe tu mano."
Volvió a la entrada y dijo en voz alta. "He vuelto". Su esposa se levantó, abriendo la puerta salió junto con la madre del Samurai para saludarlo. La madre vestida con ropas de él. Se había puesto ropas de Samurai para ahuyentar intrusos durante su ausencia.
El año pasó rápidamente y el día del cobro llegó. El Samurai hizo nuevamente el largo viaje. El pescador lo estaba esperando. Apenas vio al Samurai, este salió corriendo y le dijo: "He tenido un buen año. Aquí está lo que le debo y además los intereses. ¡No sé cómo darle las gracias!"
El Samurai puso su mano sobre el hombro del pescador y dijo: "Quédate con tu dinero. No me debes nada. Soy yo el endeudado."
El logro de la propia perfección es más importante para el artista marcial que lo posee, que sus habilidades físicas o técnicas.
El kata requiere mucha fe, tenacidad y trabajo duro para dominar. Cada vez que uno practica el kata, su primer y último movimiento le recuerdan "Karate ni sente nashi". Se enfatiza una y otra vez. "En el karate no hay ventaja en el primer ataque".
El kata tiene otra ventaja. En deportes hay adversarios físicos. Sin un adversario, un conjunto de reglas, jueces y árbitros, no hay competición.
El kata es, en sí mismo, un profesor para siempre. No se tiene que estar en un dojo, excepto para estar bajo la mirada de un sensei, cuya función es asegurarse que se está yendo en la dirección correcta.
Aún así, muchos piensan que el kata no tiene sentido, posiblemente porque la primera exposición de ellos al karate se restringió a la mera técnica y en el ámbito de la lucha física. Donde falte la moralidad del karate, no existe karate.
Hubo una vez un hombre así, llamémoslo Kuwada.
Kuwada había comenzado su entrenamiento en las artes marciales con el deseo de ser temido por todos los hombres. Pero pronto descubrió que no existían atajos en su camino desde principiante a maestro.
Desanimado por el entrenamiento incesante de kata, Kuwada le preguntó a su sensei, "¿Cuando aprenderemos alguna otra cosa? He estado aquí bastante tiempo y es kata, kata, kata todos los días."
Cuando su sensei no le respondió, Kuwada fue donde el asistente del maestro y le hizo la misma pregunta. Este le respondió: "El entrenamiento de kata es para pulir la mente. Es mejor restaurar tu mente que tu cabeza. ¿Entiendes?"
Kuwada no entendió y en protesta dejó el dojo, embarcándose en una notoria carrera como el mejor luchador callejero en Shuri. Era duro, sin duda. "Una pelea por noche", era su dicho, siempre alardeaba "no le temo a ningún hombre viviente."
Una noche, Kuwada vio a un extraño caminando calmadamente siguiendo una pared de rocas. Kuwada se irritó al ver tal compostura en otra persona. Corrió rápidamente al cruce de camino y esperó a que pasara el hombre.
Cuando lo hizo, Kuwada saltó y le tiró un golpe de puño, pero el hombre esquivó el golpe y le tomó el brazo. A medida que tiraba a Kuwada hacia él, lo miraba fijamente a los ojos. Kuwada trató de zafarse, pero no pudo. Por primera vez en su vida Kuwada sintió una sensación extraña, miedo a la derrota.
Cuando el hombre lo soltó, Kuwada corrió, pero miró por sobre su hombro para ver al hombre caminando calmadamente como si nada hubiese sucedido. Kuwada averiguó posteriormente que aquel hombre era un maestro de kata, un artista marcial que nunca en su vida había peleado.
Aquel que se domina a sí mismo es el más grandioso de los guerreros. Esta es la cosa más obvia para un maestro en las artes marciales.
MORALIDAD EN EL KARATE
Por Richard Kim
"The Weaponless Warriors", 1974. Ohara Publications, USA.
Buena reflexion, pero por desgracia hay muchos Kuwadas y pocos samurais. Se ve día a día, se vive deprisa, sin pensar, todo tiene que ser ¡ya!, se está perdiendo el respeto, la moralidad.
ResponderEliminarUn saludo desde Colindres David.
Hola! Me ha gustado mucho tu publicación. Me gustaría saber si conoces algún lugar donde den clases de karate en Jerez de la Frontera o cerca. Soy una chica de 21 años. Mi email es sandracn@msn.com
ResponderEliminarMuchas gracias!
como siempre David, todo lo que dices es muy interesante...
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