El aikido, es también conocido como el arte de la paz. El fundador de este budo (artes marciales japonesas) Morihei Ueshiba, siempre puso como principal objetivo de su creación, la construcción de un mundo de paz, a partir de los valores marciales del aikido, llegando incluso a definir el aikido como Amor.
Pero la cuestión que me gustaría abordar aquí, es cómo un arte marcial, puede ser una gran herramienta educativa para transmitir valores como la paz, el amor, y la armonía, entre otros, de manera diferente, efectiva y divertida.
La respuesta a esta cuestión es bastante simple: se hace a través del cuerpo.
Es por ésto, que lo considero una extraordinaria herramienta, para educar en valores a los niños y por supuesto a los adultos.
Es por ésto, que lo considero una extraordinaria herramienta, para educar en valores a los niños y por supuesto a los adultos.
El transmitir valores como la paz, la colaboración, el respeto, la serenidad… a través del cuerpo, hace que los niños se vuelvan totalmente permeables a lo que están recibiendo, ya que lo reciben a través del medio más natural que poseemos, que es la comunicación corporal, gestual, la imitación y lo más importante que esto conlleva, la implicación del estudiante en la acción, dejando de ser receptores pasivos, a convertirse, en constructores de su propia formación.
El aikido, a partir de un “escenario” marcial donde se recrea la energía del conflicto, mediante una serie de ejercicios y ataques establecidos, estudia toda una serie de movimientos técnicos, destinados a mantener la calma, la flexibilidad, la adaptabilidad, la comunicación, la protección propia y del que ataca, la “suavidad”, en una situación como decía, incómoda o de conflicto.
A partir de un conflicto, en este caso físico, se entrenan toda una serie de movimientos, en un estado mental de atención y “escucha”, que permiten resolver el encuentro, de forma proactiva, adaptándonos a la situación, tomando la “dirección” de la misma, para resolverla de forma suave y pacífica para ambos: atancante y defensor.
De esta manera, y a través de la repetición día a día, en el niñ@ va calando una actitud proactiva y no reactiva ante las dificultades. Una forma de ver la vida “suave” y determinante al mismo tiempo, ya que se aleja totalmente de la omisión o la huída ante las dificultades, propias o ajenas, convirtiéndose así el practicante de aikido, en agente activo en la resolución de conflictos y dificultades.
De esta manera, y a través de la repetición día a día, en el niñ@ va calando una actitud proactiva y no reactiva ante las dificultades. Una forma de ver la vida “suave” y determinante al mismo tiempo, ya que se aleja totalmente de la omisión o la huída ante las dificultades, propias o ajenas, convirtiéndose así el practicante de aikido, en agente activo en la resolución de conflictos y dificultades.
Siente, por propia experiencia, que ante el conflicto hay que actuar, no sufrirlo, sentirlo, afrontarlo utilizando herramientas de paz, como son: la calma mental, la flexibilidad física y mental, la sensibilidad (sentir a través del contacto la dirección que la intención del atacante lleva, para redirigirlo sin daño y sin imposición), la comunicación, el esfuerzo, la voluntad, la atención, etc...
Pero además, el niño aprende a conectar con la energía del ataque (la parte mas yang de la energía, según los principios taoístas, tan importante como la energía suave o yin, y cuyo equilibrio daría lugar a todo lo creado) ya que en la práctica, siempre hará de defensor y atacante (no hay vencedor ni vencido, la práctica es una sucesión de cuatro veces cada uno en la adopción de roles), permitiendo así expresar la energía más fuerte (tan necesario para el desarrollo de los niñ@s, que en muchas ocasiones, se sienten coartados en la expresión de esta energía, por las normas y usos de la sociedad adulta) de forma equilibrada y controlada, por una actitud mental llena de serenidad y respeto, inducidos por las mismas formas técnicas y por el “rei”.
Pero además, el niño aprende a conectar con la energía del ataque (la parte mas yang de la energía, según los principios taoístas, tan importante como la energía suave o yin, y cuyo equilibrio daría lugar a todo lo creado) ya que en la práctica, siempre hará de defensor y atacante (no hay vencedor ni vencido, la práctica es una sucesión de cuatro veces cada uno en la adopción de roles), permitiendo así expresar la energía más fuerte (tan necesario para el desarrollo de los niñ@s, que en muchas ocasiones, se sienten coartados en la expresión de esta energía, por las normas y usos de la sociedad adulta) de forma equilibrada y controlada, por una actitud mental llena de serenidad y respeto, inducidos por las mismas formas técnicas y por el “rei”.
Este “rei”, es una parte fundamental de la formación del aikidoka. Se trata de un concepto fundamental de las artes marciales tradicionales, que podríamos traducir como etiqueta o formas de actuar. Todo comportamiento, viene regido por toda una serie de formas destinadas a mostrar gratitud y respeto continuamente, por el entorno físico, por los compañeros, por el maestro o sensei, por la enseñanza recibida y por la tradición, origen de esta enseñanza.
Este rei hace posible el poder desarrollar un aprendizaje marcial en un entorno seguro, de respeto y gratitud en cada instante.
El origen de este “rei”, está en las formas de comportamiento de los guerreros samurai del Japón feudal, y que se trasladaron a todos los ámbitos de la sociedad japonesa a distintos niveles. Estas formas de comportamiento hacen de la sociedad japonesa (un ejemplo visible son los colegios), en una de las sociedades más respetuosas y pacíficas que se conocen en la actualidad.
Todo lo expuesto y mucho más, hacen del aikido un camino de formación completo para el desarrollo del ser humano, tanto a nivel individual (unificación de mente, cuerpo y espíritu) como social, convirtiendo a los niñ@s y adultos en constructores y garantes de una sociedad pacífica y no sólo como receptores pasivos de la “paz” heredada de una sociedad de bienestar.
Luis Mochón
Muy instructivo el artículo.
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