El practicante de karate está aprendiendo a ser responsable, a cooperar con sus semejantes, disciplinado, cuidadoso con su propio cuerpo y con el de sus compañeros, a canalizar la agresividad…
El karate kyokushin no se basa solamente en dar golpes y patadas, va mucho mas allá, es una forma de vida, de tener un espíritu fuerte, colaborador, respetuoso tanto con los cinturones superiores dentro del karate, como con su entorno, sus padres, hermanos, amigos, conocidos y extraños.
La humildad, la perseverancia para alcanzar sus objetivos, y el conocimiento, debe ser el norte de todo practicante de kyokushinkai karate-do. No debe existir un "no puedo", "estoy cansado", "me da flojera", "mañana lo hago"...
La lucha principal se encuentra en nuestro propio interior, para ser mejores personas debemos superar y transcender los instintos básicos del ser humano, como el egoísmo, la prepotencia, el conformismo, la ira, la violencia, el egoísmo...
Cuando se realizan técnicas en parejas y uno de ellos le ha dado un golpe en la cara sin querer al otro, en lugar de crearse una disputa o conflicto, siguen haciendo el ejercicio y al terminar se dan la mano, mientras el que ejecutó el movimiento no adecuado pide perdón al compañero y el que sufrió los efectos de la técnica inadecuada, le resta importancia al hecho, eso es el karaté-do.
Debemos de exigirnos cada día mas, en todos nuestros entornos, negocios, estudios, trabajos, ... como artistas marciales y en especial dentro de nosotros como seres humanos. Debemos procurar ser mejores, sin alejarnos de nuestra esencia en cada cosa que hagamos y siempre comparándonos únicamente con nosotros mismos, para así mantener una evolución.
Es como subir a la cima de una montaña, si nos cansamos, subimos con mas fuerza esforzándonos mas y al llegar a la cima continuamos buscando la cumbre. Ese es el destino del karateka kyokushin, la Cumbre de la Verdad, ese es el proceso de evolución de cada uno.
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