jueves, 2 de agosto de 2012

¿Qué nos queda hoy en día?

Hoy en día, en muchas actividades, el desgano, la falta de dedicación y de compromiso parecen haber ganado demasiado espacio en el actuar humano a lo largo de su vida. Esto no es ajeno en las Artes Marciales tradicionales. A excepción de algunas actividades con gran dosis de "marketing" y propaganda de logros fáciles, rápidos y "de última moda", los locales de entrenamiento de artes marciales tradicionales (dojo) están cada vez más vacíos.
Los profesores e instructores se cuestionan el por qué de esta triste y lamentable realidad (se culpan, muchas veces, por ella) y nos podemos preguntar a qué se debe todo esto. ¿Han perdido espacio las Artes Marciales? ¿Han dejado de estar de moda? ¿Ya no sirven para nuestro crecimiento personal y la convivencia pacífica en sociedad? ¿Ya no quedan "guerreros" en nuestra cultura? Nosotros mismos, ¿valoramos estos principios? ¿Los ejercitamos?
El viejo código moral (Bushido) de los samurai (los guerreros medievales japoneses), hablaba de honradez y justicia (Gi), valor heroico (Yu), compasión (Jin), cortesía (Rei), honor (Meyo), sinceridad absoluta (Makoto), deber y lealtad (Chugo). Todos son valores para ser ejercidos tanto frente a sus superiores (maestros, señores, autoridades, padres y ancianos) como con el resto de las personas y colegas. Estos valores no son sólo aplicables en el Dojo y el campo de batalla, sino también en el hogar y en el día a día. ¿Quién conoce o quiere conocer el verdadero y profundo significado de estas palabras?

Muchos de los grandes Maestros decían explícitamente que un practicante de Artes Marciales debía cultivarse tanto física como intelectual y espiritualmente. También se exigía a los discípulos dedicación, ganas de aprender, mostrarse merecedor de recibir ese conocimiento.

Vemos el desgano, las preocupaciones y problemas (reales) económicos ocupando el primer plano en el día a día de las personas. Para algunos esto es suficiente disculpa para no entrenar ni cumplir las obligaciones con el Dojo (lugar de práctica), su Sensei (maestro) y sus Otogai (compañeros).

Tal vez crean que antes no era así. Pero se equivocan. En la época de los Maestros de nuestros Maestros, también había problemas económicos. Los karatekas de Okinawa eran campesinos, maestros de escuela, policías, etc.; o sea, tenían que trabajar para mantenerse y a sus familias. Había (y hay) desastres naturales como huracanes, terremotos, maremotos, epidemias, días de extremo calor, de extremo frío, etc. Había problemas políticos y guerras que solo traían (y traen) muerte, destrucción y muchos problemas sociales a largo plazo, como consecuencia. Asimismo, los Maestros exigían (y mostraban) todos esos buenos valores a sus discípulos: dedicación, constancia, lealtad, honor, autodisciplina, cortesía. Y no creamos que económicamente la cosa era más fácil porque no se cobraba mensualidad en aquellos Dojo. Al principio los Maestros - que elegían con mucho cuidado a sus alumnos y futuros discípulos - no cobraban dinero por enseñarles Karate. Pero los alumnos le "pagaban" gustosos a su Maestro arreglando y limpiando constantemente el Dojo e incluso la casa del Maestro. Hubo muchos casos en que los alumnos construyeron una casa o un Dojo para su Maestro. Otros llevaban al Maestro a vivir a su propia casa cuando éste ya estaba anciano.

Un Maestro se seguía toda la vida, no sólo "hasta que le dieran el primer cinturón negro" como lo hacen algunos hoy en día.

Texto: Manuel Rasero

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David Vallejo (Budokan Sevilla Dojo) www.budokansevilla.com