sábado, 14 de septiembre de 2013

23 días en Japón

La historia de Fran es la de un Sensei español, gallego para más señas, que decidió visitar la cuna del karate con un propósito firme: aprender. Fueron veintitrés los días que el Presidente de la Asociación Renbukai de La Coruña, Francisco Gutiérrez, pudo convivir con los japos en su salsa, en sus dojos y con sus costumbres, y fueron también muchas, innumerables, las experiencias vividas y las situaciones curiosas y aleccionadoras que demuestran, por si aún alguno no lo tenía claro, que el Karate, en Japón, se vive y se siente diferente.

Superada la primera fase, la de disponer de un Sensei –en nuestro caso, Toshikiko Kikumura, responsable de la escuela Renbukai en la prefectura de Kanagawa-, un “padrino” o aval que, en el país del Sol Naciente, preparase el terreno en lo relativo al resto de maestros con los que iba a convivir, entramos de lleno con Fran en el meollo del asunto: una vez allí, ¿cómo transcurrieron esos más de veinte días de entrenamientos, convivencia y karate en estado puro?
El día a día
“Nos levantábamos todos los días a las seis de la mañana –cuenta Fran-, más o menos. A esa hora la gente está ya trabajando, y las calles se presentan bien pobladas. Dormíamos en un Ryokan, un pequeño habitáculo al lado del tatami con el espacio justo para dormir dos personas, Pablo Freire, un alumno, y yo mismo. Desayunábamos algo ligero y usábamos el tatami para estirarnos un poco y, a continuación, plantificábamos la ruta del día. Decidíamos qué lugares visitar y en qué orden, por aquello de buscar una buena combinación de las líneas de metro -generalmente, aunque no siempre, con Japan Rail-. Visitamos muchos lugares. Algunos, cercanos a Atsugi, los visitábamos en el día -Ebina, Hadano, Hakone, Odawara, Yokohama, Tokyo, Saitama, Kamakura, etc.-; otros, por la distancia, no permitían la ida y vuelta en el día, así que los visitamos en una ruta continua. Hablo de lugares como Kanazawa, Kyoto, Shikoku, Hiroshima, Miyajima, Fukuoka, Nagasaki, Beppu, y Osaka, muchos de ellos emblemáticos en la historia de Japón. Cuando la ruta era corta, después de varias horas de excursión regresábamos a nuestra sede, en Atsugi, en la prefectura de Kanagawa. Entre tanto, picábamos algo durante el recorrido, y a eso de las tres nos empezábamos a preparara para la sesión diaria de entrenamiento, que duraba hasta las siete u ocho. Algunos días entrenábamos los mayores y los profesores, y otros, distribuíamos el tiempo entre nuestro entrenamiento y las clases que impartíamos a jóvenes japoneses de edad infantil y juvenil. Las clases por lo general empezaban después de los entrenamientos, a eso de las seis. Algún día incluso nos saltamos algún entrenamiento y nos desplazamos a otro lugar para únicamente impartir clases”.
“Tras el trabajo, la costumbre es irse a comer juntos, y así, todos juntos, salíamos del dojo de turno y nos dirigíamos al restaurante pactado o a casa de algún Maestro. Ésa, la de las siete u ocho de la tarde –más o menos-, es la hora habitual allí para comer fuerte, lo que nosotros hacemos al mediodía. Durante el resto del día se pica, se toma un tentempié o se come ligero, y se bebe té o zumos, pero la comida fuerte es la de la noche. En ella, las cervezas no faltaban nunca, y el paso de éstas a una bebida típica japonesa, el sochu, que se toma con té o con limón, marcaba el punto de inflexión: la fiesta estaba a punto de acabarse. Y digo fiesta porque realmente lo era, aunque comedida, familiar. Había un ambiente agradable entre todos los Maestros y se respiraba cordialidad y “buen rollo”. A eso de las diez o diez y media, tras el mouchi, cada uno a su casa, y nosotros, Pablo y yo, a descansar a Atsugi para la jornada siguiente. Es curioso, justo cuando aquí empezaría la fiesta, allí se acaba. Al principio, choca; luego, como con todo, te acostumbras”.
Curiosidades
Y es que el choque cultural, las grandes diferencias que existen en la forma de vivir y de pensar entre Europa y Japón, da lugar, sin duda, a innumerables situaciones curiosas y paradójicas que se reflejan en vivencias cotidianas normales y, cómo no, en la propia concepción del arte marcial. “Por mucho que sepamos lo marciales que son los japoneses a la hora de hacer Karate –continúa Fran-, ver su comportamiento nos va a seguir chocando. El respeto, la educación, la sensación de humildad que transmiten en los entrenamientos… cosas como ver cantar en clase el Dojo Kun, tanto al principio como al final, tanto a niños como a mayores, es algo que te pone los pelos de punta.
Es más, incluso en las clases infantiles son los propios niños quienes dirigen todo este protocolo, y cada uno saluda personalmente al Sensei, al que se le profesa un profundo respeto. Nosotros, la mayoría de los europeos, incluso sabiendo diferenciar, distinguir entre karate deportivo y Karate Arte Marcial, y aún decantándonos más por este último en nuestras clases, siempre estaremos a años luz de los japoneses en este sentido. Es algo que choca, más aún cuando este respeto por la figura del Sensei y la marcialidad es “universal” en Japón; da igual el dojo al que vayan los Maestros, sea el suyo propio o el de un colega, que todo el mundo, incluidos los empleados del gimnasio o del club en el que se desarrollan las clases, profesan un profundo respeto al Sensei, que se manifiesta en reverencias y un trato exquisito. Un occidental puede incluso sentirse algo violento ante tanta cordialidad, pero cuando te acostumbras llegas a pensar que eso es una característica inherente a la raza”.
“Otra de las cosas que me llamaron la atención de los japoneses y su forma de ser –ahonda Fran en la idiosincrasia del pueblo nipón- fue la increíble puntualidad y la palabra que tienen. Con respecto a la puntualidad, roza los límites de la lógica: si te dicen que cojas el bus de las 7:32, coge el de las 7:32, porque si lo coges un minuto antes o después, la ruta será totalmente diferente, no hay margen, la puntualidad es a rajatabla. Y, con respecto a la fuerza de su palabra, tengo una anécdota. Estando ya en Japón, Kikumura me facilitó el teléfono de Kanno Sensei, el Director Técnico de la Renbukai de Japón y miembro de la Comisión de Arbitraje de la Federación Japonesa de Karate. Es una persona importante, el segundo jefe de la Renbukai tras el anciano octogenario Shigeo Tanaka, Maestro de Takayuki Hori, el Sensei que introdujo el estilo Renbukai en Galicia. Pues, como te decía, me puse en contacto con él por teléfono y, medio en inglés, medio en japonés de andar por casa, concertamos una cita para la semana siguiente en una estación de tren a una hora determinada. No nos conocíamos en persona, y en toda la semana no mantuvimos ningún tipo de contacto con Kanno Sensei, así que, llegado el día, dudaba si estaría allí, si se acordaría de la cita que había concertado una semana antes con quien ni siquiera conocía... y allí estaba, a la salida de la estación, con el karategi puesto y una bicicleta. Nos llevó a su dojo y nos enseñó todo lo que en un día se puede aprender. Eso es ser de palabra".

”Ahora me viene a la mente, como anécdota, aunque poco tiene que ver con lo anterior –prosigue el protagonista de la historia- una situación curiosa que se producía durante algunos entrenamientos de Kumite: cuando había que ir pasando rondas y se daba un empate, los karatekas se jugaban el paso de ronda con el juego clásico de piedra, papel, tijera. Mientras lo hacían disfrutaban, se reían y, ciertamente, resultaba muy curioso verles gesticular todos contentos”.

“La relación entre los maestros también es muy especial –responde Fran cuando le preguntamos si reina la cordialidad entre tanto Gran Maestro concentrado en tan poco espacio, compartiendo entrenamientos y mucho tiempo juntos-. Tuvimos la oportunidad de asistir a entrenamientos con gente de la AJKF –All Japan Karatedo Federation-, la asociación más extendida en Japón, más antigua que la WKF –World Karate Federation-, con la que convive, y es increíble el respeto que se tienen unos a otros. Los entrenamientos estaban repletos de Sensei de las más altas graduaciones, y todos se muestran un gran respeto, intercambian conocimientos y se muestran abiertos a las aportaciones de otros maestros, incluso de otras escuelas. No dudo que haya rencillas y tiranteces entre algunos de ellos, pero si las hay, las resuelven en privado, no en el dojo, ni en las competiciones”.
La Competición
Pero entre tanta marcialidad, en Japón también hay un hueco para las competiciones. Y surge la duda: ¿en qué se diferencian las competiciones que se celebran en Japón de las españolas y europeas? “Tuve el honor de arbitrar en un campeonato, y la verdad es que hay muchas diferencias –explica Fran-. Para empezar, el respeto que se muestra por los jueces: según van entrando, el público y los competidores les saludan con respeto en un acto protocolario que da idea de la diferente concepción con respecto a Europa. Otra diferencia notable es que allí siguen empleando el viejo sistema de puntuación de Yuko, Wasari e Ippon, además de realizar muchas competiciones en parqué. En el campeonato que yo estuve arbitrando, las rondas se disputaron en parqué, y sólo las finales se hacían en tatami de puzzle. Además, a eso del mediodía, la competición se paró para comer, y allí, todos juntos -público, competidores, técnicos y familiares, sólo los jueces comíamos en un reservado-, sacábamos las cajas de comida típicas y empezábamos a comer. Me resultaba emocionante ver comer juntos a dos competidores que hacía diez minutos se estaban dando de lo lindo en una ronda”.
Y hablando de rondas y de combates, no podemos dejar de lado un aspecto que diferencia radicalmente los dojos japoneses vinculados a la AJKF de los dojos europeos, donde la práctica de shiai kumite es mayoritaria. Nos referimos al Bogu Kumite, o combate con armadura, característica en Japón, principalmente vinculada a la escuela Renbukai, y que permite aplicar golpes a plena potencia sin riesgo de lesiones o, al menos, minimizándolas. “La Renbukai es una de las escuelas más conocidas y respetadas en Japón –aclara Fran-. Un competidor de prestigio de Shito Ryu que hizo una exhibición del kata Suparinpei durante una de las reuniones de la AJKF, me comentó que, si haces Renbukai, puedes practicar katas de cualquier escuela. Con respecto al Bogu Kumite y su parcial desconocimiento en España, la causa es muy simple: el introductor del estilo en nuestro país, Hori Takayuki Sensei, alumno de Shigeo Tanaka, era un gran experto en kata, pero no le gustaba practicar Bogu Kumite, y no lo consideró trascendente cuando empezó a transmitir aquí su arte marcial. En el resto, las ideas que Hori introdujo en Galicia coinciden plenamente con el Renbukai en Japón, sobre todo lo referente a la búsqueda de la técnica maestra, la técnica suprema que conduzca a la derrota ineludible del oponente. Este concepto ya lo había oído de boca del gran Antonio Oliva hace unos años, y me resultó curioso relacionarlo. En cualquier caso, he de decir que en realidad tanto el Bogu Kumite como el Shiai Kumite comparten protagonismo en los dojos de Japón. Unos son partidarios de un sistema; otros, de otro, pero hay respeto y cada uno decide el tipo de combate que quiere practicar”.
Los dojos
En tantos días de viaje da tiempo para visitar muchas escuelas, y no está de más conocer con detalle los sitios visitados y las características físicas de los dojos. Fran tiene la palabra. “Como ya te comenté, estuvimos residiendo la mayor parte de tiempo en Atsugi, en la prefectura de Kanagawa, cuya capital es Yokohama, en la cual se disputan anualmente los campeonatos nacionales. Cerca de Atsugi hay muchos dojos de Renbukai, aunque también de otras escuelas. Estuvimos también en Kanazawa, Osaka, Tokushima, Tokio, Saitama –al norte de Tokio, donde vive Shigeo Tanaka, máximo responsable de Renbukai en Japón y Sensei de Takayuki Hori-, Yatsuka –donde vive Kanno Sensei, antiguo compañero de Hori y segundo jefe de la Renbukai en Japón-, Odawara, Miyajima, Fukuoka, Nagashaki, Beppu, Osaka –dormimos en un hotel cápsula muy curioso, con el espacio justo para dormir y dejar tus cosas-… Ya en plan turístico, estuvimos en la isla de Shikaku, donde todos los años hacen la ruta de purificación de los 88 templos, en la que los peregrinos van ataviados de blanco, con el gorro típico de los recolectores de arroz, y portan un bastón, al más puro estilo Xacobeo pero sin concha ni adorno. En Hiroshima pasamos el fin de año, y resultó curioso. Por la noche la gente está en casa, con su familia, y a primera hora de la mañana se levanta y se va al templo a rezar. Quien vive lejos del templo llega a no dormir para poder empezar a rezar a primera hora del día primero. Con respecto a los dojos, sólo puedo decir que hay mucha variedad: desde un pequeño recinto antiguo, con suelo de madera, apartado del mundo, hasta un dojo moderno, con tatami de puzzle como los que usamos aquí en Europa, ubicado en pleno centro comercial o deportivo. Predominan, eso sí, los suelos de madera –sólo estuve en un dojo dotado de tatami de puzzle-, y no falta en ninguno de ellos ni el típico altar shintoista, ni los makiwaras usados para el endurecimiento de las zonas de golpeo, ni la foto de un Sensei, en unos casos Funakoshi, en otros el creador de otro estilo, como Mabuni, o incluso la imagen del propio sensei del dojo en cuestión”.

“En Odawara, concretamente en Hadano, estuvimos entrenando en un dojo ubicado en una antigua fábrica, un horno de cerámica antiquísimo en cuya planta superior, en un rincón apartado, había un tatami de aspecto viejo y bucólico, que recordaba a las pelis de artes marciales antiguas. Pero en realidad era un dojo en toda regla, con su altar shintoista y sus makiwara, como todos los demás”.

Imaginamos que habrás dejado mucho allí, en Japón, y que algo te habrás traído… “Me he traído conmigo muchos recuerdos, algunos inolvidables, además de gran cantidad de souvenirs, sochu, y, ante todo, muchas ganas de volver. Tengo que agradecer a todos los Sensei y estudiantes el buen trato que me dispensaron. Me vienen a la cabeza muchos nombres, y sé que me dejo tantos otros: Ogatta, Yashushi Tanaka, Yashushato Mashayoshi, Akiyama (antiguo Campeón de Shito Ryu), Toshihiko Kikumura, Toyoshima, Taishi Hokazono. A todos ellos les di todo lo que llevaba, pequeños detalles sin importancia, pero sé que ellos me han dado más a mí”.
Una intención: volver
No dudamos que, para un amante del karate, regresar a la Vieja Europa después de más de veinte días disfrutando y viviendo el karate a tope en el país que lo parió, fastidia, pero más fastidia aún irse sin tener ni idea de qué ni cómo hacer, ni qué actitud tomar. Dejando a un lado os aspectos técnicos del viaje, pedimos a Fran, por último, que nos dé algún consejo para quien tenga la intención de ir a Japón a aprender Karate. “Si vas a Japón a aprender Karate debes hacerlo en su sentido más profundo, a APRENDER con mayúsculas. Los occidentales tenemos la necesidad de enseñar lo que sabemos, y ésa, allí, no es la actitud correcta. Tienes que ser capaz de pedir sin pedir, de extender las manos para que ellos te las llenen. Si vas en plan de aprender SU karate, con tu vaso vacío para que ellos lo llenen, te lo darán todo. Yo, como ya te dije, sólo tengo clara una cosa. Que, como dijo el general Mc Arthur, volveré”.

fuente: Texto: Gaspar J. Barrón - Fotos: F. Gutiérrez & Yamaguchi Sensei - Karate total

1 comentario:

  1. En España la envidia entre estilos, escuelas y la falta de respeto a los maestros es lo que prima.

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Respetar a todos y a las personas que no practican tu estilo y/o pertenecen o no a otra federación, es fundamental.
No se hace distinción de estilos, federaciones, organizaciones y asociaciones.
Nadie es tan perfecto para criticar a los demás.
David Vallejo (Budokan Sevilla Dojo) www.budokansevilla.com