Cuando empezamos a practicar cualquier arte marcial una de las preguntas inevitables es hasta qué punto las técnicas que estamos aprendiendo son efectivas en una situación real de combate. El Aikido no es diferente.
Los aikidokas experimentados saben que esta cuestión es mucho menos relevante de lo que podría parecer. Sin embargo, en una cultura como la occidental, orientada esencialmente a resultados prácticos e inmediatos, es inevitable que nos planteemos y nos planteen constantemente este tema.
Hay varios motivos por los que se podría dudar de la efectividad del Aikido como técnica de combate. En primer lugar, es muy frecuente que oigamos el comentario de que parece que las técnicas están «coreografiadas» y que no son reales. Esta crítica encierra un punto de verdad y cualquier aikidoka es perfectamente consciente de cuáles serían las consecuencias si uke ejecuta un ataque sin ningún control (porque una técnica de aikido es tanto más efectiva en cuanto mayor ímpetu encierra el ataque) y/o no sabe recibir adecuadamente la técnica. En el mejor de los casos, acabaremos con alguna contusión o distensión leve. En el peor, con alguna lesión artícular o cervical grave. En cambio, este factor se atenúa con los años de entrenamiento ya que uke aprende a controlar las consecuencias que una técnica puede tener sobre él y precisamente eso permite a tori ejecutar la técnica con mayor eficacia.
En segundo lugar, es importante tener en cuenta que las técnicas de aikido se realizan contra ataques «idealizados» y alejados de los ataques que recibiríamos en una pelea en la calle. Eso ha motivado que algunas escuelas de Aikido hayan incluido otro tipo de ataques. Sin embargo, el tipo de ataque es menos relevante de lo que se podría pensar porque algunos de los conceptos básicos del aikido hacen referencia a nuestra colocación respecto al atacante y la línea de ataque pero también a nuestra capacidad de anticipación. Estos conceptos son constantes independientemente del tipo de ataque y por lo tanto aplicables a todo tipo de situaciones. Además, aunque al principio de nuestra instrucción los ataques son muy lentos y marcados, a medida que progresamos, los ataques deben ganar en rapidez, fuerza e intención, ayudando al aikidoka a adaptarse a un número cada vez mayor de ataques y situaciones.
Por último, muchas de las técnicas en Aikido (especialmente si nuestro nivel no es muy elevado) requieren la aplicación previa de un atemi para ser efectivas. Los atemis suelen omitirse en los entrenamientos para evitar posibles lesiones.
Teniendo en cuenta lo que hemos explicado, se podría argumentar que estos aspectos limitan considerablemente la efectividad del aikido como técnica de combate. Parcialmente puede ser así, pero también debemos pensar que O Sensei, en el momento de desarrollar el Aikido, partió de técnicas que esencialmente buscaban ser efectivas. Sin embargo, es imprescindible tener que en cuenta que O Sensei eligió deliberadamente que el Aikido se convirtiera en algo más que en un «arte marcial efectiva». Por lo tanto, es muy posible que otras artes marciales puedan ser más efectivas en combate.
Si lanzamos un puñetazo o una patada, quizá no seamos completamente eficaces pero lograremos parcialmente nuestro objetivo. En Aikido, en cambio llevar a cabo, es prácticamente imposible realizar una técnica de forma efectiva sin tener un cierto control sobre conceptos como el ritmo, la extensión, el centro, el momento de entrada (irimi), la anticipación, la estabilidad, la unión, etc. Alcanzar una mínima comprensión de estos conceptos a la mayoría nos lleva años de entrenamiento.
Sin embargo, y precisamente porque desde el principio ya se hace mucho hincapié sobre los conceptos básicos que se encuentran en la base de prácticamente cualquier marcial, una vez poseamos un cierto nivel de control sobre los mismos, nuestro nivel de efectividad se incrementará de forma dramática. Irónicamente, cuando lleguemos a este punto muy probablemente nos encontremos con que nunca más debamos aplicar el Aikido a una situación de combate. La anticipación perfecta consiste en anticiparse al combate en sí, la unión perfecta consiste en conseguir entender tan bien a nuestro oponente que la agresión deja de ser necesaria, etc.
En cualquier caso, una de las grandes ventajas del Aikido es su maleabilidad y la facilidad para adaptarla a nuestra personalidad, intereses y objetivos. Probablemente, si nuestro interés es aplicarla en situaciones de combate, llegaremos a conseguir que nuestro Aikido sea altamente efectivo. Si nuestro interés recae más en los aspectos filosóficos y espirituales de este arte marcial el Aikido será una herramienta de desarrollo mucho más que un conjunto de técnicas de combate.
A este respecto, O Sensei expresó muy claramente cuál era su predilección al hablar sobre el concepto del Budo:
“Estás en un error si crees que el Budo significa tener oponentes y enemigos, y ser fuerte y cruel con ellos. La verdad del Budo es ser uno mismo con el universo, esto es, estar en unión con el centro del Universo”.
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