lunes, 25 de marzo de 2024

Podría haber sido verdad... Karate es Karate


Podría haber sido verdad!!

Junto a la tumba de Kenwa Mabuni

El año era 1952. El cielo de Osaka, gris y pesado, parecía compartir el duelo de los corazones reunidos en un pequeño cementerio donde descansaban los restos de Kenwa Mabuni, fundador del Shito-ryu y maestro incansable. Una ligera brisa agitaba los árboles cercanos, sus hojas susurrando secretos del pasado.

De pie junto a la tumba, Kenei Mabuni sostenía una flor blanca en sus manos. Era joven aún, pero sus ojos ya llevaban el peso de un legado que apenas comenzaba a comprender. A su lado, con su característico porte sereno, se encontraba el maestro Gichin Funakoshi, el fundador del Shotokan, quien, a sus casi 84 años, había decidido rendir homenaje a un hombre cuya vida había dejado una huella imborrable en el arte del karate.

“Tu padre fue un hombre excepcional”, dijo Funakoshi con voz pausada, mirando la lápida. “Aunque nuestros caminos tomaron rumbos distintos, siempre compartimos el mismo espíritu: preservar el arte como una forma de vida, no solo como un método de combate”.

Kenei asintió, sintiendo una mezcla de orgullo y tristeza. “Mi padre hablaba a menudo de usted, maestro Funakoshi. Decía que su dedicación era un ejemplo para todos los que queremos transmitir el karate a futuras generaciones”.

Funakoshi esbozó una leve sonrisa. “Tu padre entendió algo fundamental, Kenei: el karate no se trata solo de técnica o fuerza. Es un camino para cultivar el corazón, la disciplina y el respeto. Ese legado ahora recae sobre tus hombros”.

El silencio entre ambos fue solemne, roto solo por el canto distante de un pájaro. Finalmente, Funakoshi se inclinó profundamente ante la tumba. Era un gesto de respeto entre iguales, un reconocimiento de la contribución de Kenwa Mabuni al crecimiento del karate en Japón.

“Hoy no somos Shotokan ni Shito-ryu”, continuó Funakoshi mientras se enderezaba. “Hoy somos simples discípulos de un arte que nos une. Que esta tumba no sea un punto final, sino un puente hacia el futuro”.

Kenei cerró los ojos, sintiendo el eco de las palabras del anciano maestro. Comprendió, en ese instante, que su misión no era solo preservar el Shito-ryu, sino también construir puentes entre estilos y generaciones.

Juntos, los dos hombres permanecieron en silencio, como si el espíritu de Kenwa Mabuni estuviera allí, escuchándolos. La brisa se hizo más cálida, y el cielo, por un momento, pareció abrirse, dejando que un rayo de luz iluminara la tumba.

Quizás, en ese instante, los antiguos maestros del karate estaban sonriendo desde algún lugar, viendo cómo sus enseñanzas continuaban uniendo corazones más allá del tiempo.

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David Vallejo (Budokan Sevilla Dojo) www.budokansevilla.com