Ya sabemos que el optimismo es muy beneficioso para la salud, tanto de nuestro cuerpo como de nuestra mente, pero ¿cómo conseguirlo? ¿Existe alguna receta milagrosa? Es difícil responder a estas preguntas, pero aquí dejo cinco ingredientes para fomentar el optimismo:
- Autolenguaje positivo y esperanzador. Nuestras palabras son una forma de energía vital o de energía destructiva. Podemos cambiar el cerebro con palabras motivadoras, tónicas, positivas y esperanzadas.
- Sociabilidad tónica y empática; comunicación inteligente, fluida y constructiva. Algunas de las características que definen a una persona optimista y que permiten que tenga una comunicación fluida son la simpatía, la empatía, la capacidad de diálogo, un carácter abierto, la capacidad de escuchar atentamente y habilidades extraordinarias para negociar y descubrir puntos de mutuo interés y acuerdo, sinergia de fuerzas, voluntades y actitudes. También destacan en las personas optimistas la pasión, la valentía, el empuje, el coraje, la disciplina, el equilibrio, la capacidad de riesgo sensato, el conocimiento de metas claras y bien definidas junto a la sana ambición, el deseo de superación y la resiliencia.
- Creatividad y esfuerzo mantenido. Capacidad de adaptación y de renovación automotivadora. Como decía Goethe: «Aquellos que ven en cada desilusión un estímulo para mayores conquistas son los que poseen el recto punto de vista para con la vida».
- Liderazgo eficaz, capaz de crear el mejor equipo humano y en el que todos sus miembros sean emprendedores corporativos y se potencien la integridad, la colaboración y la valoración.
- Una razón fuerte y poderosa para vivir. Un porqué que inyecte un tsunami de energías psicofísicas y emocionales que enganche a la vida hasta celebrar cada minuto de la existencia y hacer el bien, practicando y cultivando la dimensión espiritual y la ecología emocional.
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