En entornos relacionados con los gendai Budo (como por ejemplo el Aikido, el Karate o el Judo), se suele asociar la práctica marcial con unos principios de formación del carácter. Estos normalmente tienen que ver con los principios del Hagakure, formulados por Yamamoto Tsunetomo en el siglo XVII y XVIII: justicia, coraje, benevolencia, cortesía, honestidad, honor, y lealtad. Esta interpretación neo confucionista de los valores de los guerreros feudales japoneses fue redactada en un momento de cambio profundo en el Japón feudal de la era Tokugawa, en el cuál muchos samurai estaban comenzando a realizar tareas supuestamente impropias para su rango, como por ejemplo comerciar. Curiosamente, el Hagakure fue un texto casi secreto, sólo accesible a los miembros de un clan samurai, hasta la desaparición de los samurai, a finales del siglo XIX, cuando adquirió cierta popularidad. Y no es, desde luego, un código de conducta universalmente aceptado por todos los samurai, ya que estos básicamente eran guerreros que debían obediencia a su señor feudal, y los valores que les movían, además de la fidelidad a este, eran sin duda variados y cambiantes, como lo fue el Japón históricamente. No tiene sentido, por tanto, asignar una serie de valores inamovibles al Budo (la práctica guerrera asociada generalmente a los samurai), ya que no los hubo.
A finales del siglo XIX y comienzos del XX esta ideología samurai fue re-actualizada por un japonés cristiano, Inazo Nitobe, que escribió el libro sobre el Bushido que hizo famosa a la cultura japonesa fuera de sus fronteras, pero de una manera edulcorada y apta para el gusto occidental, eliminando mucho de los rasgos del mundo de los samurai que podían afectar a la moral occidental de la época.
Esta ideología del Budo suele repetirse a menudo en la simbología de los pliegues de la Hakama, que se supone representan las siete virtudes antes señaladas. Pero esto no tiene mucho que ver con las hakamas realmente existentes, que podían tener muchos o pocos pliegues (dependiendo del tipo), y eran llevadas por samurais y budokas sin ningún tipo de consideración filosófica. De hecho, la hakama era una prenda de vestir común, y no fue adoptada como símbolo del shodan más que después de la II Guerra Mundial, cuando escaseaba la tela para confeccionarlas. Como comenta un maestro que fue uchi deshi de O-Sensei:
En el Japón de posguerra muchas cosas eran difíciles de conseguir, incluida la ropa. Debido a esta escasez se entrenaba sin hakama. Se trataba de hacerlas a partir de las cortinas que se usaban para ocultarse de los ataques aéreos, pero como habían estado colgadas al sol durante años las rodillas tendían a desmenuzarse en cuanto se practicaba suwari waza. Ere habitual estar constantemente remendándolas. Fue en esas condiciones cuando alguien sugirió: “¿Por qué simplemente no decimos que sólo se puede llevar hakama a partir de shodan?”. Esta idea fue adoptada de manera temporal para evitar gastos innecesarios. Y detrás de ella no había ninguna razón que vinculase la hakama con un símbolo de shodan.
Shigenobu Okumura Sensei, “Aikido Today Magazine” número 41
Es más, Hagakure y los valores del Budo fueron usados con fines propagandísticos por el Estado Japonés en los inicios del siglo XX, en parte para apoyar ideológicamente su proyecto imperialista por Asia. El Budo, recreado en ese momento, era una parte importante de una ideología nacionalista al servicio de políticas muy concretas. Nada que ver realmente con lo que pensaban los samurai.
Hasta tal punto estuvo vinculado el Budo a la ideología imperialista japonesa, que después de la guerra los ocupantes americanos prohibieron la enseñanza del Budo, asumiendo (por poderosas razones) que éste se había convertido en un vehículo de propaganda ultra nacionalista y xenófoba. Es en este contexto en el que debemos entender la aparición de los “nuevos” valores del Budo, basados en el desarrollo personal y la promoción de una ciudadanía consciente y responsable. El Aikido no es una excepción.
En cualquier caso, y ya para terminar, debemos entender el Budo como una práctica marcial cuyos valores asociados variaron, y mucho, según la época histórica. Por eso, no debemos hablar de “valores del Budo”, sino de interpretaciones éticas y filosóficas de las prácticas marciales que configuran el Budo.
Álvaro Rodríguez Resino
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